lunes, 30 de marzo de 2015

Modificación de la Actividad 2: Adaptación cuento Piel de Oso

"Por medio de las historias y de los procedimientos fantásticos que las producen, nosotros ayudamos a los niños a entrar en la realidad por la ventana, en vez de hacerlo por la puerta. Es más divertido y por lo tanto más útil". 

Gianni Rodari 


ADAPTACIÓN PERSONAL DEL CUENTO: EL HOMBRE DE LA PIEL DE OSO


Érase una vez, hace muchos, muchos años, un reino de gran belleza que se extendía por un hermoso valle lleno de flores y árboles que daban frutos exquisitos. Allí los campesinos cultivaban la tierra con lo que les apetecía porque siempre salía algo rico. Había también muchos animales de la granja que pastaban en verdes campos, ofreciendo a los hombres su mejor leche, huevos y carnes.

Quienes gobernaban en este reino de paz y armonía eran la Reina Marian y su, hijo, el príncipe William. Vivían en un bonito castillo, justo encima de las colinas, y siempre estaba abierto a toda la gente de la aldea para que pudiera disfrutar de las innumerables fiestas que se celebraban en él. La reina Marian, era una reina buena y justa, muy sabia y enseñaba a William todo lo que ella sabía ya que algún día William se convertiría en el rey y tendría que tomar todas las decisiones para el bien de su pueblo. William era un jovencito muy alegre y vivaz, le encantaba hablar con la gente y siempre estaba jugando en la calle con sus amigos. Era también un chico inteligente y de buen corazón y le encantaba ayudar a todo el mundo, por eso todos le querían mucho... todos menos su tío, Wilfrid que vivía en el castillo con William y su mamá. Wilfrid siempre había sido un envidioso, un hombre de poca honradez que quería ser rey para malgastar el dinero, sin importarle los demás. A William no le hacía nada de gracia que viviera allí en el castillo pero como no tenía un sitio adonde ir y era el hermano del que fue el padre de William, habían decidido acogerlo a pesar de su mal carácter.

El príncipe William y la Reina Marian se querían mucho y eran muy felices, aunque echaban mucho de menos al Rey, el papá de William, que había muerto hace muchos años a causa de una tempestad en alta mar. Todo iba fenomenal hasta que un día la Reina Marian se puso muy malita y nadie sabía cómo curarla. Fueron llamados a la corte curanderos, chamanes, médicos para ver si alguno sabía cómo poder curar a la pobre reina, que cada día estaba más débil. 
Un día llegó al castillo un anciano que pidió ver a la Reina, diciendo que él podía encontrar una solución. William le acompañó y el anciano, al ver a la reina afirmó que la pobre era víctima de un maleficio y que la única forma de salvarla era encontrando una hierba mágica, llamada "hierba de la luna". Le dijo a William que tenía que irse de inmediato para buscar y encontrar esta hierba misteriosa.


William no se lo pensó dos veces: abrazó a su madre prometiéndole que volvería con su cura pasara lo que pasara. Y así, armado solo de su espada y su coraje, fue a por su querido caballo Blanquito y se fue al galope. Su viaje fue a la vez complicado e increíble, el valiente William tuvo que enfrentarse a todo tipo de dificultades: como le dijo el anciano tuvo que buscar por el mar, por las montañas, luchó contra malvados, gigantes y brujas malas que también querían encontrar la rara hierba de la luna. Nunca perdió la esperanza y por fin lo consiguió: después de dos largos años de búsqueda, William estaba de vuelta a su reino con la cura para su madre. Fue un viaje muy duro y peligroso, pero de esta forma William se convirtió en un chico todavía más valiente, fuerte e intrépido: ya no le daba miedo nada. 

Entró corriendo al castillo pero se encontró delante a su tío Wilfrid que le cerró el paso. Wilfrid, más antipático que nunca, dijo a William que ya no era bienvenido en el castillo, porque él mismo se había convertido en Rey al casarse con la Reina Marian, así que decidía quien se quedaba y quien no. William se tenía que marchar para siempre de su casa.

William estaba confundido y enfurecido pero al mismo tiempo deseaba ver a su madre, asegurarse de que seguía esperándole, y darle la cura que la salvaría. No queriendo luchar contra su tío, le dijo que lo único que deseaba era dar a su madre la hierba mágica. Tío Wilfrid le contestó con toda su maldad.

- Vale, jovencito. Verás a tu madre, le darás esta pócima y te despedirás para siempre de ella. Este ya no es tu castillo, jamás volverás y jamás serás el rey de este reino. No quiero volver a ver tu cara por aquí y si te atreves a desobedecerme será tu querida madre quien lo pagará... todavía tengo parte de la poción que me hizo una bruja hace dos años... no tendré algún remordimiento en hacerla enfermar otra vez.

- Tío Wilfrid, te prometo que si me dejas hablar con mi madre, jamás volveré aquí hasta que tú estés viviendo en este reino. También te digo que tu maldad acabará contigo algún día.

William pudo ver a su madre que seguía en la cama sin poder moverse y casi ni podía hablar. Con un hilo de voz, le contó que el tío Wilfrid, aprovechando de su debilidad, la había obligado a casarse con él para convertirse en Rey: que ahora gobernaba como un déspota, y que nadie le quería en el reino porque trataba mal a todos. William preparó la hierba de la luna para la madre, que al tomarla, ya empezó a sentirse con más fuerzas y, lamentándolo mucho, se tuvo que despedir de ella otra vez.

William no quería que su tío hiciera daño a su madre, por ello tenía que acatar sus órdenes e irse, aunque fuera injusto, hasta que hubiera encontrado la forma de librarse de las amenazas de su tío y volver a ser el verdadero Príncipe de su Reino. 

La Reina Marian estaba muy triste pero confiaba tanto en su hijo y sabía que siendo un chico tan valiente, habría cumplido sin duda su promesa y algún día volvería. Dejó a su querido hijo la mitad de un pequeño corazón de plata para que William lo llevara siempre al lado de su corazón, así como ella llevaría la otra mitad al lado de su corazón.

El joven y valiente William, se fue otra vez con su Blanquito galopando a toda velocidad sin darse la vuelta, galopó tan lejos hasta que ya no pudo ver su amado reino. Pero esta vez no tenía rumbo alguno, no sabía qué hacer ni adonde ir, ya cansado se paró. Empezaba a hacer frio y las primeras estrellas ya estaban en el cielo.

- Blanquito, mejor paremos aquí esta noche, cerca de esta cueva. Haré un fuego y descansaremos un poco. Necesito pensar.

Y así William se quedó al lado del fuego calentándose y pensando adonde podría ir al día siguiente. Se le ocurrieron mil ideas, pero ninguna le parecía buena. En realidad, lo que más quería en el mundo era volver a su casa, a su castillo, a su reino. Se puso muy muy triste y una lágrima salió de sus ojos. De repente oyó una irritante vocecita detrás de su espalda:

Llorica... llorón te has quedado sin sillón ¡jejejejeje! 

William se levantó en un segundo y desenvainó su espada, atento y listo para lo que fuera.

¿Quien anda por ahí? Hazte ver si no quieres que te encuentre yo y te dé tu merecido.
Oh, no hace falta que te pongas tan nervioso principito, ya me presento, soy un duendecito.

Y de la oscuridad apareció un diminuto duende, feo de lo más feo con una nariz muy larga y las orejas puntiagudas que se acercó al fuego para que William lo viera mejor.

Oye principito, ¿no me tendrás miedo? Todos dicen que eres un gran caballero.
No, no te tengo miedo duende. ¿Qué quieres de mí? Preguntó William, que sabía perfectamente que los duendes pueden ser muy canallas y nunca se hacen ver sin motivo.
De comer no quiero, porque veo que no tienes nada en el fuego ¡jijiji!
Déjate de bromitas y dime qué haces aquí.
- Vale, vale, tranquilito, me sentaré a tu ladito y lo explicaré bien clarito... ¡jijiji! Soy el duende Claus y hoy he tenido un día fantástico: he encontrado tanto oro que lo guardaré juntito a mi enorme tesoro; además he gastado unas cuantas bromas insolentes a unos inocentes... ¡jijiji! Pero para acabar bien mi día necesito hacer alguna otra locura... más bien una travesura, y cuando te he visto aquí sentado, triste, triste, se me ha ocurrido una idea genial. Todos hablan de ti y se sabe lo que te ha pasado, eras príncipe y ahora no eres nadie, tenías un castillo y un reino y ahora no sabes ni adonde ir... el chico tan valiente ya no es tan sonriente... ¡jajaja! Es una historia deprimente pero a mí me enciende la mente. Y he pensado: tampoco es para tanto, el principito con su coraje puede sufrir otro largo viaje y si lo conseguirá su recompensa tendrá.
- ¿Qué quieres decir duende? No te entiendo.
- Te propongo un trato, si haces lo que yo te digo... recuperarás tu reino, tu castillo, a tu madre, toda tu vida de antes, te casarás, tendrás hijos y serás un hombre feliz para siempre.
- Dime que tengo que hacer y lo haré.
- Espera, espera jovencito, quiero ver si de veras no eres un blandito. Entra en esta cueva, allí hay un oso que despertaré ahora mismo. Estará enfurecido ¡jejeje! Tienes que demostrarme que no le tienes miedo: entrarás, le matarás y saldrás con su piel.

El duende Claus, rapidísimo entro en la cueva y de repente se oyó un gruñido tan espantoso que le habría dado miedo a cien hombres... pero William, fiero y seguro de sí mismo entró en la cueva. Al cabo de un rato, salió con la piel del oso y le dijo a Claus:

Aquí tienes tu piel de oso... y ahora dime cual es el trato.
- Bien, muy bien, ¡jejeje! Tendrás que dejar aquí tus bonitos vestidos de príncipe y te vestirás con la piel del oso. Te olvidarás de quien eres, de tu nombre, y a quien te lo pregunte le dirás que te llamas Piel de oso. Durante los próximos 5 años, no podrás jamás quitarte esta piel, no te lavarás ni te afeitarás, ni te cortarás el pelo, la barba o las uñas. Vivirás en el mismo sitio como muchos siete días y luego tendrás que irte a otro lugar. Para que puedas sobrevivir te daré este saquito, dentro hay un puñado de piedras que no acaban nunca: todas la veces que tires las piedras al suelo, se trasformarán en oro. Pasado los 5 años, te esperaré aquí y te devolveré lo que te he prometido sin hacer daño a nadie… te estoy prometiendo la felicidad que no es poco, ¿verdad? Los duendes, aunque seamos un poco malotes a veces... jamás incumplimos una promesa. ¿Qué me dices, Piel de osito?
- Y si no lo consigo, ¿qué me pasará?
- Que en mi sirviente te convertirás, y también me quedaré con tu castillo que pintaré de amarillo. Respondió el duendecillo.

William se lo pensó un poco, todo parecía una locura pero no dudaba en el poder que podían tener algunos de los duendes ancianos y este lo parecía sin duda. En aquel momento William sintió que no tenía nada que perder, pensó que ya había estado luchando contra mil adversidades los últimos dos años, además que habría tenido dinero para comer o comprar lo que le hiciera falta. Se dijo a sí mismo que 5 años pasarían rápidamente y que la recompensa era lo que más quería en el mundo.

Acepto el trato duende Claus.
- ¡¡Bien muy bien!! Me lo pasaré chachi piruli al observar tu sufrimiento -sin que tú me veas - en los próximos 5 años ¡jejeje! Ponte tu nuevo vestido y aquí tienes la bolsita con las piedras mágicas. Ah, una última cosa: no te dije que este largo paseíto lo darás sin tu caballito. Ven Blanquito, ven con tu duendecito.
- No me puedes quitar a Blanquito es un gran amigo para mi...
- Ah no digas nada más, necesito a la hermosa criatura para moverme… con soltura. Además que estar cansado me deja muy estresado. Volverás a ver a tu caballito dentro de tan sólo 5 añitos ¡jijiji!


El duende Claus, con un ágil salto subió en la silla de Blanquito y se fue, desapareciendo en la oscuridad de la noche.
Así empezó la aventura de William, que desde entonces se hizo llamar Piel de oso. Los primeros meses no fueron tan malos. A la gente le extrañaba un poco que llevase siempre encima una piel de oso, pero William seguía teniendo su cara bonita y sus modales tan amables. Como podía crear oro todas las veces que lo necesitaba, comía lo suficiente y regalaba lo que le parecía a los más necesitados, a los pobres. Ayudaba a todos los que podía. Pero con el paso del tiempo el aspecto de William empezó a cambiar: tanto andar de un sitio a otro, sin lavarse nunca, con los pelos y la barba largos, las uñas fatal... en fin que cada vez más tenía pinta de un loco guarrete, así que nadie se acercaba a él porque la gente le tenía miedo. William se sentía cada vez más solo y avergonzado de su aspecto... no quería asustar a nadie así que, poco a poco, decidió alejarse de la gente. Dormía en la calle y apenas podía comprar comida, a veces ni le querían servir un plato de comida a pesar de poder pagarla. Pero si algún inocente necesitaba algo y él se enteraba, no dudaba ni un segundo y se lanzaba a ayudarle como fuera.

Una noche de verano, después de cuatro años viviendo como un vagabundo, sin ser querido por nadie, se sentó al lado de un establo, en un pequeño pueblo sin nombre. Tenía mucho calor y se paró para admirar las estrellas y encontrar de nuevo fuerza y esperanza. Mientras estaba recordando su antigua vida feliz oyó que alguien estaba llorando desconsolado, a pocos metros de él, escondido detrás de un montón de heno. Se puso a escuchar más atentamente, era un llanto de una chica y tanta desesperación le tocó el corazón. Bien sabiendo que su aspecto la habría asustado, intentó acercarse permaneciendo en la sombra y con voz suave le dijo:

Por favor, no te asustes, no quiero hacerte daño, soy un buen hombre y sólo te quiero ayudar. ¿Estás bien?

La chica paró de llorar algunos segundos y entre lágrimas dijo: "Es inútil, nadie me puede ayudar".
William contestó: "Jamás hay que perder la esperanza, no te desanimes por cuanto grande sea tu problema estoy seguro de que habrá una solución. Me voy a acercar lentamente a ti, no te asustes porque... la verdad es que no estoy en mi mejor momento, soy un poco feo a simple vista y llevo puesto un vestido horroroso. Tú me contarás tranquilamente lo que te pasa e intentaremos solucionarlo, ya verás."

La chica tenía un poco de miedo, aquel señor era un forastero, pero su voz le parecía dulce y él amable. Y como también se había pasado todo el día allí llorando, sin consuelo ni solución a sus problemas, sin darse cuenta empezó a hablar y a contar lo que le pasaba.

La pobre chica, empezó diciendo que vivía con su padre, un buen hombre carpintero. Le contó que un noble deshonesto no había pagado los trabajos que su padre hizo para él y que por eso estaban arruinados. Además que aquel noble, había conseguido darle la vuelta a los hechos, inculpando injustamente al pobre carpintero, afirmando que le debía. Su padre, tachado de ladrón, fue llevado a prisión, sin más explicaciones. Como si fuera poco, el noble reclamó la casa del carpintero como compensación, y se la quedó. Así que la desafortunada chica estaba ahora sin su padre, sin su casa y sin dinero para poder sobrevivir, buscando trabajo por todas partes sin conseguirlo y por lo tanto, obligada a vivir en la calle.

William ya se había sentado, casi al lado de la chica, aunque no demasiado cerca y ella casi ni se había enterado. Entonces él le dijo:

Siento mucho que hayas tenido que sufrir tantas injusticias, no os lo merecéis ni tú ni tu padre. Por lo que me cuentas es algo que se puede resolver con dinero y yo, tengo mucho. Te daré todo lo que te hace falta para que tú y tu padre recuperéis vuestro hogar.

La chica levantó la mirada y observo aquel señor... pensó que estaba muy sucio y olía fatal, tenía un aspecto horroroso, pero se fijo sólo en sus ojos celestes que parecían ojos honestos y buenos...

Si es cierto que me vas a dar tanto dinero, seguro que querrás algo a cambio. ¿Qué quieres?
- Yo también perdí mi casa y mi familia, sé lo que estás sintiendo. Como te he dicho poseo mucho dinero, el dinero no me importa, te puedo dar todo el que te haga falta y a cambio te pido sólo que seas feliz con tu vida, tu padre, con quien quieras sin perder jamás la esperanza. Las cosas pueden cambiar y mañana mismo te lo demostraré. Dime solo cómo te llamas.
- Me llamo Leonor, ¿y tú?
- Ahora mi nombre es Piel de oso.

No volvieron a hablar aquella noche, descansaron y a la mañana siguiente se fueron a la prisión. Gracias a las piedras del duende, sacaron oro para pagar la libertad del padre de Leonor y luego se fueron a ver al noble. William pagó la casa de Leonor y de su padre, para que la cuestión se quedara zanjada pero amenazó al noble para que le diera el dinero que se merecía el padre del Leonor por los trabajos que ya le había entregado. El noble, sin duda un deshonesto pero también un miedica sin valor, al ver a Piel de oso se asustó pensando que un hombre así seguro que sería un gran cazador. No quería enfrentarse a él y pagó sus deudas al carpintero.

Volvieron a la casita todos felices y el padre de Leonor, invitó a Piel de Oso a quedarse con ellos todo el tiempo que quisiera. William ayudó en las tareas de la casa y en lo que podía, siempre era amable y al final Leonor acabó enamorándose de él, que guapo no era desde luego con aquella piel puesta que jamás se quitaba, pero se veía que tenía un gran corazón. Se lo confesó al padre y lo entendió perfectamente así que dijo a William:

Piel de oso, nos has devuelto la vida. La única forma de agradecértelo es haciéndote el regalo más grande y preciado que yo tengo. ¿Quieres que mi hija Leonor sea tu esposa?
-Si Leonor quiere ser mi esposa y si es capaz de esperarme hasta que yo vuelva, me haría muy feliz pasar con ella el resto de mi vida. Pero ahora me tengo que marchar no puedo deciros nada más, volveré dentro de un año y si todavía Leonor me quiere, nos casaremos.

Antes de irse dejó a Leonor la mitad del corazón que la Reina Marian le dejó al despedirse de él cuatros años atrás. Piel de oso se fue a otro lugar y luego a otro y a otro, siempre intentando ser amable con quien se cruzaba en su camino, a veces la gente le rechazaba, otras le ofendía, pero ahora tenía otra esperanza más que aliviaba sus días de vagabundo: pensaba mucho en Leonor y en casarse con ella. Pasó otro año y así llegó el día en el que se tenía que encontrar en el bosque, en la entrada de la cueva, con Claus, el duende travieso. Piel de oso estaba nervioso, pero deseoso de ver al duende y también a su Blanquito.

Como los duendes se dejan ver solo por la noche, Piel de oso encendió un fuego y se puso a esperar en silencio, hasta que notó algo desde lejos, se estaba acercando y finalmente pudo distinguir que era el ruido de las pezuñas de un caballo. ¡Era su Blanquito! Apareció solo y se puso muy contento cuando vio a su amo: se dieron besos y abrazos... pero, pero, ¿dónde se había metido el duende Claus?

Claus, Claus, ¿Dónde estás? - Llamó fuerte y alto Piel de oso, pero nadie contestó, llamó otra vez y añadió: Duende impostor si no apareces dedicaré el resto de mi vida a buscarte para acabar contigo.
- Uh, tranquilo, tranquilo osito...ya voy despacito ¡jejeje! Sabes que me gusta gastar bromas. Aquí estoy como prometí hace solo... 5 añitos. Me lo he pasado fenomenal contigo, mirándote sin que tú te dieras cuenta, viendo como las cosas te iban de mal en peor ¡jijiji! Te he traído un espejo para que veas tu distinguido aspecto... así nos echaremos una carcajada juntos.
- Duende, me he pasado 5 años luchando para conseguir lo que más quería en el mundo, ahora es el momento de que cumplas con tu palabra.
- Y lo haré como he prometido, mi querido amigo. Un trato es un trato. Aquí tienes a tu Blanquito que te llevará a tu reino, ve hasta dentro de tu castillo, tu madre te abrirá la puerta sin dudarlo. De tu tío ya me he encargado yo ¡jijiji! Después de lo que ha hecho en estos años se merecía estar con los rebaños pero al final con un troco de magia lo he convertido en un animalito. Ya verás. Devuélveme mi bolsita con las piedras, total a ti no te importa el oro pero a mí me encanta. Ha sido un gusto tratar con un hombre justo... adiós principito ya vuelves a ser William.

El duende Claus sacó un polvito de colores de su bolsillo y lo hecho encima de William: la piel de oso desapareció y tenía puestos sus antiguos vestidos. William seguía teniendo pelo y barba sucios y largos, las uñas peor todavía... pero sonrió pensando en el duende travieso que quería que se presentara en el castillo con aquellas pintas. Montó a Blanquito y galopó sin parar hasta la puerta de su castillo. Su madre Marian, abrió en seguida casi como si supiera que estaba volviendo a casa su amado hijo, después de 5 interminables años. William le contó todo lo que le había pasado y así también su madre, que no había dejado ni un momento de pensar en él. Y supo también que el tío Wilfrid, de repente, después de haberse tomado una copa de vino, de improviso se convirtió en un gordo cerdo negro como la noche y que ahora estaba viviendo en la pocilga con los otros cerdos...

William se tuvo que bañar tres veces antes de quedarse limpio y le tuvieron que cortar las uñas con las tijeras que usaban para las pezuñas de Blanquito; se cortó el pelo, se afeitó y por fin volvió a ser el Príncipe William. Todos los habitantes de la aldea le acogieron con gran entusiasmo, estaban súper contentos de que hubiera vuelto, y no paraban de abrazar a su príncipe. William, delante de todos sus súbditos, anunció que dentro de tres meses se organizaría una gran fiesta dentro del castillo para celebrar su vuelta y su boda.

Después le pidió a su madre la otra mitad del corazón de plata y se fue a buscar a Leonor, que vivía un poco lejos... en otro reino. Menos mal que esta vez no iba andando sino con Blanquito. Cuando llegó a la casa de Leonor, la encontró en el jardín mientras estaba plantando flores. Se le acercó y, sin hablar, le enseño la otra mitad del corazón: Leonor sacó de un bolsillo la otra mitad que aquel joven con pinta de loco le había dejado un año antes. Pusieron juntas las dos partes formando un corazón. Los dos, emocionados se fundieron en un cálido abrazo. Luego William habló:

Leonor, mi nombre es William, soy un Príncipe de un reino lejano donde mi gente vive en paz y armonía. Te he querido desde el primer momento en que te conocí y prometo quererte para siempre. Me haría muy feliz si quisieras ser mi Princesa. ¿Quieres casarte conmigo?"

- William, me enamoré de ti a pesar de tu aspecto, por tu buen corazón, tu dulzura y tu valentía y tengo que decir ahora que además eres muy guapo. Así que mi respuesta es SÍ, quiero casarme contigo y ser tu Princesa.

William y Leonor, fueron a vivir al castillo de William, hicieron una gran fiesta el día de su boda, y muchas más en los años siguientes; tuvieron muchos hijos y fueron felices para el resto de sus vidas. De vez en cuanto en el castillo... alguien gasta alguna bromita pesadita... pero nosotros sabemos de quien se trata, ¿verdad?



Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

martes, 17 de marzo de 2015

Corrección Actividad 1: La vaca que puso un huevo

PRESENTACIÓN

Buscando un libro para esta asignatura de literatura infantil, me llamó poderosamente la atención este título tan singular: La vaca que puso un huevo.


Libro que al final he elegido para este análisis porque de inmediato me ha venido a la cabeza la imagen de las caritas que pondrían los niños al escuchar lo que les contaría, y me ha salido espontáneamente una sonrisa. Y efectivamente, al leerlo, me ha parecido una historia divertida, fresca, llena de humor y también de mensajes significativos.

Hoy voy a contar a los niñ@s que una vaca ha puesto un huevo. Seguro que alguno de ellos, empezará a reírse, otros a mirarme sorprendidos o incrédulos, otros me dirán que no es verdad que es imposible... pero sí niñ@s, os lo digo en serio: existe una vaca, Macarena, que ha puesto un huevo, uno de verdad... y ahora os lo voy a contar.

En esta granja divertida, viven unas gallinas muy simpáticas y las vacas no dan sólo leche, sino que saben hacer muchas cosas: montar en bici, andar con dos patas, hacer equilibrismo, etc. Todas las vacas hacen cosas increíbles, todas menos Macarena, que se siente un "animal vulgar" y ordinario ya que no sabe hacer nada especial. Por eso, siente que no vale para nada y está triste hasta que un día, su vida cambia radicalmente. Gracias a la ayuda de las ingeniosas gallinas, una mañana Maca se da cuenta de que ha puesto un huevo. ¡Ahora sí que es única en el mundo, no hay otra vaca que lo haya hecho antes! ¡Y que feliz está Maca, que contentas sus amigas las gallinas!

En la granja se monta un gran revuelo: el granjero llama a la prensa, llega la televisión junto con mucha gente para conocer a una vaca tan especial. Desafortunadamente no todos están de enhorabuena: las otras vacas son envidiosas y se empeñan en decir que todo es un engaño. Pero las gallinas defienden a Maca porque claro, si todo es una patraña habrá que demostrarlo: acusar sin tener pruebas no vale.

¿Se abrirá el huevo de Maca? Si pensáis que sí... ¿Qué salió del huevo? El final no tiene desperdicio, es sorprendente y sobre todo, deja que la imaginación no tenga límites.


FICHA BIBLIOGRÁFICA

Título Original: The cow that laid an egg

Título: La vaca que puso un huevo

Autor: Andy Cutbill, (nació cerca de Londres en 1972) es el creador de Albie, un galardonado programa de televisión británico de animación para niños. Ocasionalmente se dedica a escribir libros infantiles, con gran éxito. Más información: http://www.harpercollins.com/cr-109235/andy-cutbill.

Traducción: José Morán Ortí.

Ilustrador: Russell Ayto, (nació en Chichester, Sussex UK 1960). Es un ilustrador de libros infantiles, muy conocido y de gran talento, que ha ilustrado más de 25 libros para niños. Más información: http://unitedagents.co.uk/russell-ayto.

Fecha 1ª Edición en UK: 2006.

Editorial en UK: Harper Collins Pubblishers Ltd

Fecha 1ª Edición en España: 2008

Editorial en España: RBA Libros Barcelona

Edad para hacer el análisis: 5-6 años.


FORMATO

Aspecto externo:

La portada es lo primero en que se fijan los niños y, en el caso de "La vaca que puso un huevo", se trata de una portada con un color llamativo (un rosa-fucsia), brillante con un poco de purpurina. A la derecha está la imagen de la vaca con un aspecto muy tierno, mientras contempla su huevo que en realidad no está dibujado, sino que es un agujero con la forma de huevo y con los colores de una vaca. Así que al levantar la portada, a los niños seguramente les encantará meter sus deditos en el "agujero-huevo". Creo que es una portada bien realizada y atractiva para los niños de las edades que estamos considerando.


Por otro lado, los niñ@s tienen que sentirse cómodos a la hora de tener el libro en sus manitas, y considero que la manejabilidad de este libro es bastante buena: su tamaño es mediano (22cm) prácticamente un cuadrado, una forma que ayuda los niños a cogerlo fácilmente y a poder visualizarlo bien, distribuyendo su visión en toda la página en conjunto. Es un libro bastante ligero para que los niños de 5-6 años lo puedan transportar de un lugar a otro o lo puedan sujetar sin mayor dificultad.

La portada es gruesa, bastante dura y plastificada, elementos que favorecen la resistencia y la protección del contenido. Hay que decir que las esquinas de la portada son un poco duras ya que acaban en pico y este aspecto podría causar algún pequeño accidente entre los niños. Las páginas en el interior tienen un grosor adecuado, están reforzadas y con los cuidados habituales no deberían romperse con facilidad.

Ilustraciones:

Para todos los niños de estas edades las ilustraciones en un cuento son imprescindibles, ya que a través de ellas se consigue transmitir al niño que las observa ideas, recuerdos o emociones, es decir, que se establece una comunicación entre ellos y lo que están observando. Las imágenes, por si solas, sin necesidad de estar acompañadas por palabras, pueden dejar una huella muy profunda en los pequeños "lectores".

En este caso, las ilustraciones son artísticas, los niños saben reconocer perfectamente lo que está representado pero, al mismo tiempo, son imágenes que consiguen fomentar la diversión, la imaginación y la creatividad de los niños. Se trata de ilustraciones divertidas, sugerentes, originales, expresivas, que además tienen un buen tamaño así que resulta sencillo entender lo que está pasando en el cuento.

La imagen completa se desarrolla en dos páginas así que se puede apreciar mejor la secuencia de los hechos. A veces se juega con diversas escenas en el mismo plano y esto lleva a una diversificación de la mirada, otorgando a la escena dinamismo y, al mismo tiempo, los niños pueden comentar las diferentes acciones de los personajes involucrados. 


Los colores empleados son muy alegres, en cada dos páginas hay un color dominante de fondo, y por lo general son tonos claros, aunque se utiliza también el negro en una escena: cuando se trata de representar la noche y las gallinas que están elaborando su plan para ayudar a Maca. El negro es el color de la noche pero también del misterio, del secreto...

Las ilustraciones están hechas con trazos sencillos, característica que facilita la atención de los niños y que les ayuda a identificarse con los dibujos representados.

En las escenas más importantes los personajes principales están representados con gestos o posturas muy exagerados: bocas muy grandes por la sorpresa inesperada o sonrisas exageradamente pronunciadas para demostrar la felicidad del momento. De esta forma resultan perceptibles los estados de ánimo o las emociones que están viviendo los protagonistas del libro y esto hace que los niños los puedan sentir más cercanos.


Sin duda, existe coherencia entre las ilustraciones y el texto: las imágenes reflejan todo lo que el autor relata en el texto. Se trata de un texto breve, ajustado perfectamente a lo que se quiere expresar con las ilustraciones, por lo que los niños podrán ir siguiendo poco a poco la narración del adulto conjuntamente al texto.

Tipografía:

Quien pública un libro de literatura infantil tiene que tener en cuenta que sus oyentes, se iniciarán muy pronto a la lectura, y que para ello necesitan contar con una letra adecuada a sus características que le facilite la legibilidad.

En este libro, desde mi punto de vista el tamaño es correcto, y en las frases clave es ampliado y evidenciado en negrita para otorgar mayor importancia a lo que se expresa en aquel momento. Entre las líneas hay un espacio más que suficiente, así como entre las palabras y los caracteres, y cada letra está separada y los niños podrán identificarlas sin dificultad, para posteriormente intentar juntarlas. La fuente utilizada es sencilla, clara, no recargada.


CONTENIDO

Tema:

Este cuento me ha impresionado por su forma de tratar, mediante la sonrisa y el humor provocado por situaciones un tanto disparatadas, varios temas de gran profundidad e importancia para la etapa evolutiva de 5 a 6 años.

Por la parte que afecta a la interiorización del yo, destacaría:

La autoestima: en el segundo ciclo de educación infantil y primeros de primaria los niños están todavía descubriéndose como personas autónomas, con sus propias características, fortalezas y también debilidades. El niño está construyendo una imagen de sí mismo, que debe ajustarse a la realidad, pero que tiene que ser positiva para el buen desarrollo de su personalidad. Estas edades son fundamentales para que los niños se valoren positivamente y se sientan satisfechos con ellos mismos, su forma de ser y sus habilidades.

La vaca Macarena tiene la autoestima muy baja, ella misma afirma: "no valgo ni un comino".



La autoafirmación: aunque la primera etapa del proceso de autoafirmación corresponde a la de los 2-3 años (cuando lo niños dicen NO con frecuencia, tienen muchas rabietas, buscan constantemente la independencia etc.), en la etapa posterior el niño debería empezar a ser más decidido y claro a la hora de respetar sus propios deseos, necesidades sin depender de la opinión de los demás. La autoafirmación es también coraje para mantener sus propias convicciones.

La pobre Macarena es atacada por las otras vacas envidiosas: "¡Qué patraña, qué mentira ese huevo es de gallina!". Ella siente pena, pero no es capaz de enfrentarse al resto para defender algo en lo que cree firmemente.

La inteligencia emocional: es muy importante que los niños, desde la etapa de educación infantil que estamos considerando, aprendan a identificar sus sentimientos, sus estados de ánimo y que, poco a poco, sepan expresarlos a los demás siempre en el recíproco respeto.

Al principio Macarena sufre en silencio, cuando consigue ser feliz hay quien pone en duda su estado de ánimo, y vuelve a pasarlo mal sin saber comunicar lo que siente.

Por la parte que afecta el desarrollo de las relaciones sociales, destacaría:

- La solidaridad y el ayudarse mutuamente: son valores que hay que fomentar desde muy pequeños para que los niños sepan reconocer y tomar conciencia de las necesidades ajenas y sientan el deseo de ayudar para satisfacerlas. Aunque a estas edades, los niños siguen siendo bastante egoístas y egocéntricos, es cierto que buscan el contacto con otros niños y se dan cuenta de si un compañero está triste. En cuyo caso se acercan, le preguntan por qué llora y así demuestran interés por su condición, su malestar, intentando con sus medios hacer algo para que se sienta mejor, por ejemplo, diciéndole algo cariñoso, ofreciéndole sus juguetes, etc. En clase es una actitud que se puede fomentar a diario, haciendo ver a los niños que nos interesamos por ellos, por cómo se sienten y, en el caso que algo les apene, podemos encontrar una solución todos juntos.

Las gallinas nos brindan un gran ejemplo de comportamiento solidario: se preocupan por su malestar y buscan una solución para hacerla feliz. Ayudan a Macarena, apoyándola, defendiéndola y creyendo en ella.


Me ha parecido curioso también que quien ayude a Macarena no sean las "hermanas" vacas, que son como ella, sino que quien se pone del lado de Macarena sean gallinas, de una especie distinta a la suya. También este punto del cuento nos enseña que no siempre tenemos que buscar solidaridad en personas parecidas a nosotros, sino que también personas distintas a nosotros nos pueden brindar ayuda. Así como los niños deberían ir interiorizando el ser empáticos con los demás, independientemente de las diferencias en la apariencia. La solidaridad no tiene ni forma ni color establecido.


La discriminación: para combatir la desigualdad hay que eliminar todo tipo de estereotipos y prejuicios y basar la práctica educativa, desde las edades más tempranas, en relaciones que potencien el respeto y la apreciación de la diversidad.

Macarena es diferente antes, porque no sabe hacer malabarismos como las demás vacas, y después porque es la única vaca del mundo que, supuestamente ha puesto un huevo. Y diferente será también su pollito, el único que "hablará" el idioma de su mamá, una vaca. Todo el cuento nos recuerda el tema de la diversidad como algo especial que hay que aprender a valorar y no a discriminar.

Si tuviera que elegir el tema principal de este libro, escogería sin duda la amistad, un tema cercano a los niños y también el de la autoestima porque nos enseña que todos somos especiales a nuestra manera. Este cuento podría ayudar mucho a un niño tímido, introvertido o que no confía en sí mismo, sobre todo si sus compañeros lo llegan a comprender y son ellos mismos a ayudarlo a descubrir sus potencialidades.

Estructura:

Es lineal y fácilmente comprensible para los niños de estas edades. Se pueden identificar las partes del cuento, según esta estructura:

1. La parte inicial: Macarena está triste, tiene baja autoestima y las gallinas le "regalan" un huevo haciéndole creer a todos que ha sido Macarena que ha puesto un huevo.

2. La parte central: Macarena está muy contenta por sentirse tan especial y emocionada por tener un huevo suyo, pero las otras vacas la acusan de mentirosa.

3. El desenlace o final: Macarena se empeña en empollar su huevo, confiando en que allí dentro estará su retoño y al final nace un pollito que, por sorpresa para todos no hace "pío pío", sino "muuu" como su mamá, ¡puede mugir!

Los personajes:

Los personajes principales del cuento son animales, vacas y gallinas, que los niños reconocen perfectamente. En mi opinión, los niños se pueden identificar con ellos porque, a lo largo del cuento, consiguen transmitir unos sentimientos que no son desconocidos para los peques, todo lo contrario, muchas veces los han sentido ellos mismos.

Algún niño podría sentirse identificado con la protagonista, Macarena, por haberse sentido alguna vez inseguro, incapaz de hacer algo, distinto de la mayoría de sus compañeros por distintas razones o incluso por no ser creído cuando él estaba convencido de que algo fuera verdad.

Muchos niños se sentirán identificados con las gallinas, personajes secundarios, pero de gran importancia para el desarrollo de la historia: por su valentía, su simpatía y gran corazón a la hora de ayudar a una amiga.

También las otras vacas son personajes secundarios, pero creo sinceramente que ningún niño se sentiría identificado con ellas, al ser representadas como envidiosas y antipáticas.

Valores y contravalores:

Lo primero que encontramos en el cuento es la baja autoestima de Macarena, que se siente inútil, sin valor por no saber hacer las mismas cosas que hacen las demás. Afortunadamente entra en juego el valor de la amistad: las gallinas son buenas amigas que diseñan un plan para que Macarena empiece a creer y a confiar en ella misma y lo consigue con gran éxito. Gracias a la amistad, Macarena es feliz, se siente valiosa y querida y son estos otros gran valores al que todos, grandes y pequeños, aspiramos.

Por otro lado, la envidia de las vacas lo estropea todo. Es este un sentimiento que los niños han experimentado, sin saber llamarlo con su nombre: envidia hacia un compañero que tiene algo que ellos quieren, envidia hacia las atenciones de un adulto no dirigidas a ellos, etc. Es un contravalor porque transforma lo positivo de lo demás en negativo y deja en un individuo una sensación de insatisfacción o amargura.

Finalmente, con tenacidad y fuerza de voluntad (Macarena empolla y cuida su huevo días tras día), sin perder la esperanza llegamos al final positivo: Macarena no mentía y la prueba está en su hijita: un pollito que hace “muuu” - según Macarena una vaca - y que se llamará Turuleta.


Lenguaje:

Por lo general, el lenguaje empleado es sencillo y adecuado para la edad de los oyentes aunque los niños seguramente desconozcan el significado de algunas palabras, como por ejemplo: comino, vulgar, atónito, treta, patraña, autoestima... pero desde el contexto se les puede ir explicando y ampliando así sus conocimientos lingüísticos.

También las estructuras morfosintácticas son sencillas con frases cortas y directas que no crean confusión a la hora de ser comprendidas. Me gustaría destacar que algunas de las frases terminan con rimas, y este aspecto hace que la lectura sea más divertida, amena, con un toque de musicalidad. 

Además las rimas estimulan mucho la memoria de los niños, les ayuda a aprender nuevo vocabulario y a ellos le gustan mucho, incluso es común que intenten inventarse rimas ellos mismos.

El autor ha cuidado sin duda el estilo en la versión original y el traductor ha sido hábil a la hora de adaptarlo al idioma español.


CONCLUSIÓN

Tal y como refleja mi análisis, resulta más que evidente que utilizaré este libro en el aula porque me ha parecido divertido, te hace sonreír por los acontecimientos tan curiosos que pasan en esta original granja. Al mismo tiempo se trata de una historia dulce y preciosa sobre cómo conseguir el valor para mantener las propias convicciones.

La lectura de este cuento sugiere el planteamiento de debates más o menos profundos con el alumnado, según el enfoque que se le quiera dar. Se pueden plantear preguntas al alumnado según la edad: ¿Por qué Macarena está triste?, ¿quiénes son sus amigas y qué hacen para ayudarla?, ¿os parece que las otras vacas se comportan bien? y hacerles reflexionar sobre situaciones que hayan podido pasar en clase, sobre la inseguridad que se haya observado en algún alumno, por ejemplo.

Es también un cuento que se podría representar, como una pequeña obra de teatro, intercambiando los papeles. Para los más pequeños se podrían realizar unos títeres y dejar que los niños den rienda suelta a su imaginación. 

He encontrado un vídeo en el cual dos profesores, con motivo de estimulación a la lectura, cuentan el cuento a niños "mayores" de primaria, de una forma muy divertida tanto que los oyentes se ríen a carcajadas. Este es el link para ver el vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=nVO2_fvu6-4

La vaca que puso un huevo es un gran libro de literatura infantil ya que nos "enseña" que todo puede ser posible.

viernes, 13 de marzo de 2015

El hombre de la piel de oso

"Por medio de las historias y de los procedimientos fantásticos que las producen, nosotros ayudamos a los niños a entrar en la realidad por la ventana, en vez de hacerlo por la puerta. Es más divertido y por lo tanto más útil". 

Gianni Rodari 


ADAPTACIÓN PERSONAL DEL CUENTO: EL HOMBRE DE LA PIEL DE OSO


Érase una vez, hace muchos, muchos años, un reino de gran belleza que se extendía por un hermoso valle lleno de flores y árboles que daban frutos exquisitos. Allí los campesinos cultivaban la tierra con lo que les apetecía porque siempre salía algo rico. Había también muchos animales de la granja que pastaban en verdes campos, ofreciendo a los hombres su mejor leche, huevos y carnes.

Quienes gobernaban en este reino de paz y armonía eran la Reina Marian y su, hijo, el príncipe William. Vivían en un bonito castillo, justo encima de las colinas, y siempre estaba abierto a toda la gente de la aldea para que pudiera disfrutar de las innumerables fiestas que se celebraban en él. La reina Marian, era una reina buena y justa, muy sabia y enseñaba a William todo lo que ella sabía ya que algún día William se convertiría en el rey y tendría que tomar todas las decisiones para el bien de su pueblo. William era un jovencito muy alegre y vivaz, le encantaba hablar con la gente y siempre estaba jugando en la calle con sus amigos. Era también un chico inteligente y de buen corazón y le encantaba ayudar a todo el mundo, por eso todos le querían mucho... todos menos su tío, Wilfrid que vivía en el castillo con William y su mamá. Wilfrid siempre había sido un envidioso, un hombre de poca honradez que quería ser rey para malgastar el dinero, sin importarle los demás. A William no le hacía nada de gracia que viviera allí en el castillo pero como no tenía un sitio adonde ir y era el hermano del que fue el padre de William, habían decidido acogerlo a pesar de su mal carácter.

El príncipe William y la Reina Marian se querían mucho y eran muy felices, aunque echaban mucho de menos al Rey, el papá de William, que había muerto hace muchos años a causa de una tempestad en alta mar. Todo iba fenomenal hasta que un día la Reina Marian se puso muy malita y nadie sabía cómo curarla. Fueron llamados a la corte curanderos, chamanes, médicos para ver si alguno sabía cómo poder curar a la pobre reina, que cada día estaba más débil. Un día llegó al castillo un anciano que pidió ver a la Reina, diciendo que él podía encontrar una solución. William le acompañó y el anciano, al ver a la reina afirmó:

"Joven Príncipe, tu madre es víctima de un maleficio y la única forma para salvarla es encontrar una hierba muy especial, muy rara, que nadie jamás ha visto, pero todos sabemos de su existencia. Se llama hierba de la luna. Tienes que encontrarla, si quieres que tu querida madre se cure. Pon la silla a tu fiel caballo y corre, apresúrate, busca por las montañas más altas por los mares más profundos, pregunta a brujas, magos, ogros... estoy seguro de que la encontrarás."


William abrazó a su madre prometiéndole que habría vuelto con su cura pasara lo que pasara. Y así, armado solo de su espada y su coraje, fue a por su querido caballo Blanquito y se fue al galope. Su viaje fue a la vez complicado e increíble, el valiente William tuvo que enfrentarse a todo tipo de dificultades: como le dijo el anciano tuvo que buscar por el mar, por las montañas, luchó contra malvados, gigantes y brujas malas que también querían encontrar la rara hierba de la luna. Nunca perdió la esperanza y por fin lo consiguió: después de dos largos años de búsqueda, William estaba de vuelta a su reino con la cura para su madre.
Entró corriendo al castillo pero se encontró delante a su tío Wilfrid que le cerró el paso:

- ¡Ya no eres bienvenido aquí, jovencito!
- ¡Déjame pasar tío que quiero ver a mi madre!
- Verás a mi esposa, la reina cuando yo lo decida, jovencito... muchas cosas han pasado en estos dos años, ¡hahaha! Ahora soy yo el Rey ¡hahahaha!

William estaba confundido y enfurecido pero al mismo tiempo deseaba ver a su madre, asegurarse de que seguía esperándole, y darle la cura que la habría salvado. No queriendo luchar contra su tío, le dijo:

- Por favor, necesito ver a mi madre y darle esta hierba mágica que tanto he buscado y que por fin, la hará estar bien.
- Vale, jovencito. Verás a tu madre, le darás esta pócima y te despedirás para siempre de ella. Este ya no es tu castillo, jamás volverás y jamás serás el rey de este reino. No quiero volver a ver tu cara por aquí y si te atreves a desobedecerme será tu querida madre quien lo pagará... todavía tengo parte de la poción que me hizo una bruja hace dos años... no tendré algún remordimiento en hacerla enfermar otra vez.
- Tío Wilfrid, te prometo que si me dejas hablar con mi madre, jamás volveré aquí hasta que tú estés viviendo en este reino. También te digo que tu maldad acabará contigo algún día.

William pudo ver a su madre que seguía en la cama sin poder moverse y casi ni podía hablar. Con un hilo de voz, le contó que el tío Wilfrid, aprovechando de su debilidad, la había obligado a casarse con él para convertirse en Rey: que ahora gobernaba como un déspota, y que nadie le quería en el reino porque trataba mal a todos. William preparó la hierba de la luna para la madre, que al tomarla, ya empezó a sentirse con más fuerzas, y luego se tuvo que despedir de ella otra vez.

- Madre, en estos dos años lejos de mi casa, he luchado contra todo lo que se ha interpuesto en mi camino, he aprendido muchas cosas y ya no le tengo miedo a nada... solo me preocupa que te pase algo a ti, por eso me voy pero te prometo que algún día volveré y todo volverá a ser bonito como antes. No pierdas la esperanza y espérame.

La reina Marian estaba muy triste pero confiaba tanto en su hijo y sabía que siendo un chico con un gran valor, habría cumplido sin duda su promesa y algún día habría vuelto. Dejó a su querido hijo la mitad de un pequeño corazón de plata para que William lo llevara siempre al lado de su corazón, así como ella llevaría siempre la otra mitad al lado de su corazón.

El joven y valiente William, se fue otra vez con su Blanquito galopando a toda velocidad sin darse la vuelta, galopó tan lejos hasta que ya no pudo ver su amado reino. Pero esta vez no tenía rumbo alguno, no sabía qué hacer ni adonde ir, ya cansado se paró. Empezaba a hacer frio y las primeras estrellas ya estaban en el cielo.

- Blanquito, mejor paremos aquí esta noche, cerca de esta cueva. Haré un fuego y descansaremos un poco. Necesito pensar.

Y así William se quedó al lado del fuego calentándose y pensando adonde habría podido ir al día siguiente. Se le ocurrieron mil ideas, pero ninguna le parecía buena. En realidad, lo que más quería en el mundo era volver a su casa, a su castillo, a su reino. Se puso muy muy triste y una lágrima salió de sus ojos. De repente oyó una irritante vocecita detrás de su espalda:

- Llorica... llorón te has quedado sin sillón ¡jejejejeje! 

William se levantó en un segundo y desenvainó su espada, atento y listo para lo que fuera.

- ¿Quien anda por ahí? Hazte ver si no quieres que te encuentre yo y te dé tu merecido.
- Oh, no hace falta que te pongas tan nervioso principito, ya me presento, soy un duendecito.

Y de la oscuridad apareció un diminuto duende, feo de lo más feo con una nariz muy larga y las orejas puntiagudas que se acercó al fuego para que William lo viera mejor.

- Oye principito, ¿no me tendrás miedo? Todos dicen que eres un gran caballero.
- No, no te tengo miedo duende. ¿Qué quieres de mí? Preguntó William, que sabía perfectamente que los duendes pueden ser muy canallas y nunca se hacen ver sin motivo.
- De comer no quiero, porque veo que no tienes nada en el fuego ¡jijiji!
- Déjate de bromitas y dime qué haces aquí.
- Vale, vale, tranquilito, me sentaré a tu ladito y lo explicaré bien clarito... ¡jijiji! Soy el duende Claus y hoy he tenido un día fantástico: he encontrado tanto oro que lo guardaré juntito a mi enorme tesoro; además he gastado unas cuantas bromas insolentes a unos inocentes... ¡jijiji! Pero para acabar bien mi día necesito hacer alguna otra locura... más bien una travesura, y cuando te he visto aquí sentado, triste, triste, se me ha ocurrido una idea genial. Todos hablan de ti y se sabe lo que te ha pasado, eras príncipe y ahora no eres nadie, tenías un castillo y un reino y ahora no sabes ni adonde ir... el chico tan valiente ya no es tan sonriente... ¡jajaja! Es una historia deprimente pero a mí me enciende la mente. Y he pensado: tampoco es para tanto, el principito con su coraje puede sufrir otro largo viaje y si lo conseguirá su recompensa tendrá.
- ¿Qué quieres decir duende? No te entiendo.
- Te propongo un trato, si haces lo que yo te digo... recuperarás tu reino, tu castillo, a tu madre, toda tu vida de antes, te casarás, tendrás hijos y serás un hombre feliz para siempre.
- Dime que tengo que hacer y lo haré.
- Espera, espera jovencito, quiero ver si de veras no eres un blandito. Entra en esta cueva, allí hay un oso que despertaré ahora mismo. Estará enfurecido ¡jejeje! Tienes que demostrarme que no le tienes miedo: entrarás, le matarás y saldrás con su piel.

El duende Claus, rapidísimo entro en la cueva y de repente se oyó un gruñido tan espantoso que le habría dado miedo a cien hombres... pero William, fiero y seguro de sí mismo entró en la cueva. Al cabo de un rato, salió con la piel del oso y le dijo a Claus:

- Aquí tienes tu piel de oso... y ahora dime cual es el trato.
- Bien, muy bien, ¡jejeje! Tendrás que dejar aquí tus bonitos vestidos de príncipe y te vestirás con la piel del oso. Te olvidarás de quien eres, de tu nombre, y a quien te lo pregunte le dirás que te llamas Piel de oso. Durante los próximos 5 años, no podrás jamás quitarte esta piel, no te lavarás ni te afeitarás, ni te cortarás el pelo, la barba o las uñas. Vivirás en el mismo sitio como muchos siete días y luego tendrás que irte a otro lugar. Para que puedas sobrevivir te daré este saquito, dentro hay un puñado de piedras que no acaban nunca: todas la veces que tires las piedras al suelo, se trasformarán en oro. Pasado los 5 años, te esperaré aquí y te devolveré lo que te he prometido sin hacer daño a nadie… te estoy prometiendo la felicidad que no es poco, ¿verdad? Los duendes, aunque seamos un poco malotes a veces... jamás incumplimos una promesa. ¿Qué me dices, Piel de osito?
- Y si no lo consigo, ¿qué me pasará?
- Que en mi sirviente te convertirás, y también me quedaré con tu castillo que pintaré de amarillo. Respondió el duendecillo.

William se lo pensó un poco, todo parecía una locura pero no dudaba en el poder que podían tener algunos de los duendes ancianos y este lo parecía sin duda. En aquel momento William sintió que no tenía nada que perder, pensó que ya había estado luchando contra mil adversidades los últimos dos años, además que habría tenido dinero para comer o comprar lo que le hiciera falta. Se dijo a sí mismo que 5 años pasarían rápidamente y que la recompensa era lo que más quería en el mundo.

- Acepto el trato duende Claus.
- ¡¡Bien muy bien!! Me lo pasaré chachi piruli al observar tu sufrimiento -sin que tú me veas - en los próximos 5 años ¡jejeje! Ponte tu nuevo vestido y aquí tienes la bolsita con las piedras mágicas. Ah, una última cosa: no te dije que este largo paseíto lo darás sin tu caballito. Ven Blanquito, ven con tu duendecito.
- No me puedes quitar a Blanquito es un gran amigo para mi...
- Ah no digas nada más, necesito a la hermosa criatura para moverme… con soltura. Además que estar cansado me deja muy estresado. Volverás a ver a tu caballito dentro de tan sólo 5 añitos ¡jijiji!


El duende Claus, con un ágil salto subió en la silla de Blanquito y se fue, desapareciendo en la oscuridad de la noche.
Así empezó la aventura de William, que desde entonces se hizo llamar Piel de oso. Los primeros meses no fueron tan malos. A la gente le extrañaba un poco que llevase siempre encima una piel de oso, pero William seguía teniendo su cara bonita y sus modales tan amables. Como podía crear oro todas las veces que lo necesitaba, comía lo suficiente y regalaba lo que le parecía a los más necesitados, a los pobres. Ayudaba a todos los que podía. Pero con el paso del tiempo el aspecto de William empezó a cambiar: tanto andar de un sitio a otro, sin lavarse nunca, con los pelos y la barba largos, las uñas fatal... en fin que cada vez más tenía pinta de un loco guarrete, así que nadie se acercaba a él porque la gente le tenía miedo. William se sentía cada vez más solo y avergonzado de su aspecto... no quería asustar a nadie así que, poco a poco, decidió alejarse de la gente. Dormía en la calle y apenas podía comprar comida, a veces ni le querían servir un plato de comida a pesar de poder pagarla. Pero si algún inocente necesitaba algo y él se enteraba, no dudaba ni un segundo y se lanzaba a ayudarle como fuera.

Una noche de verano, después de cuatro años viviendo como un vagabundo, sin ser querido por nadie, se sentó al lado de un establo, en un pequeño pueblo sin nombre. Tenía mucho calor y se paró para admirar las estrellas y encontrar de nuevo fuerza y esperanza. Mientras estaba recordando su antigua vida feliz oyó que alguien estaba llorando desconsolado, a pocos metros de él, escondido detrás de un montón de heno. Se puso a escuchar más atentamente, era un llanto de una chica y tanta desesperación le tocó el corazón. Bien sabiendo que su aspecto la habría asustado, intentó acercarse permaneciendo en la sombra y con voz suave le dijo:

- Por favor, no te asustes, no quiero hacerte daño, soy un buen hombre y sólo te quiero ayudar. ¿Estás bien?

La chica paró de llorar algunos segundos y entre lágrimas dijo: "Es inútil, nadie me puede ayudar".
William contestó: "Jamás hay que perder la esperanza, no te desanimes por cuanto grande sea tu problema estoy seguro de que habrá una solución. Me voy a acercar lentamente a ti, no te asustes porque... la verdad es que no estoy en mi mejor momento, soy un poco feo a simple vista y llevo puesto un vestido horroroso. Tú me contarás tranquilamente lo que te pasa e intentaremos solucionarlo, ya verás."

La chica tenía un poco de miedo, aquel señor era un forastero, pero su voz le parecía dulce y él amable. Y como también se había pasado todo el día allí llorando, sin consuelo ni solución a sus problemas, sin darse cuenta empezó a hablar y a contar lo que le pasaba.

- Yo vivía con mi padre en una casita sin lujos pero no nos faltaba de nada. Mi papá es un carpintero muy bueno y un noble muy conocido le encargó muchos trabajos, que mi padre le fue entregando perfectos a la fecha establecida. Pero este señor no le daba el dinero que habían pactado, diciendo que hasta cuando no tuviera la última pieza no habría pagado. Mientras tanto, en casa teníamos cada vez menos dinero pero aguantábamos con los productos de nuestros animalitos de la granja o del huerto, aunque la situación fuera cada vez más difícil. A mi padre le faltaba una pieza para acabar todo su trabajo, y ser así pagado, pero era una pieza muy especial que requería una madera muy cara, que estaba a punto de llegar de un país lejano. Desafortunadamente la madera iba en un barco y se hundió durante una tormenta. El noble dijo a mi padre que era su culpa, que tenía que pagarle la madera para que pudiera encargar otra, que mi padre era un estafador... Nosotros ya no teníamos nada de dinero... un día vinieron a por mi padre y, sin más le dijeron que los ladrones se merecen la prisión. Se lo llevaron sin escuchar sus razones y me dijeron que se quedaría en la cárcel hasta que yo pagara por su libertad. Al día siguiente vino a mi casa el noble con otros hombres, dijo que nuestra casa le pertenecía por derecho como compensación por el último trabajo que mi padre no le había entregado. Me dijo que si me quería quedar allí habría tenido que pagarle 5 monedas de oro todos los meses durante los próximos 10 años. Yo me puse a llorar, dije que no podía... así que me sacaron de mi casa y me echaron a la calle. Y aquí estoy, llevo casi una semana viviendo así, intentando buscar cualquier trabajo y escondida por las noches por miedo a que alguien me pueda hacer daño.

William ya se había sentado, casi al lado de la chica, aunque no demasiado cerca y ella casi ni se había enterado. Entonces él le dijo:

- Siento mucho que hayas tenido que sufrir tantas injusticias, no os lo merecéis ni tú ni tu padre. Por lo que me cuentas es algo que se puede resolver con dinero y yo, tengo mucho. Te daré todo lo que te hace falta para que tú y tu padre recuperéis vuestro hogar.

La chica levantó la mirada y observo aquel señor... pensó que estaba muy sucio y olía fatal, tenía un aspecto horroroso, pero se fijo sólo en sus ojos celestes que parecían ojos honestos y buenos...

- Si es cierto que me vas a dar tanto dinero, seguro que querrás algo a cambio. ¿Qué quieres?
- Yo también perdí mi casa y mi familia, sé lo que estás sintiendo. Como te he dicho poseo mucho dinero, el dinero no me importa, te puedo dar todo el que te haga falta y a cambio te pido sólo que seas feliz con tu vida, tu padre, con quien quieras sin perder jamás la esperanza. Las cosas pueden cambiar y mañana mismo te lo demostraré. Dime solo cómo te llamas.
- Me llamo Leonor, ¿y tú?
- Ahora mi nombre es Piel de oso.

No volvieron a hablar aquella noche, descansaron y a la mañana siguiente se fueron a la prisión. Gracias a las piedras del duende, sacaron oro para pagar la libertad del padre de Leonor y luego se fueron a ver al noble. William pagó la casa de Leonor y de su padre, para que la cuestión se quedara zanjada pero amenazó al noble para que le diera el dinero que se merecía el padre del Leonor por los trabajos que ya le había entregado. El noble, sin duda un deshonesto pero también un miedica sin valor, al ver a Piel de oso se asustó pensando que un hombre así seguro que sería un gran cazador. No quería enfrentarse a él y pagó sus deudas al carpintero.

Volvieron a la casita todos felices y el padre de Leonor, invitó a Piel de Oso a quedarse con ellos todo el tiempo que quisiera. William ayudó en las tareas de la casa y en lo que podía, siempre era amable y al final Leonor acabó enamorándose de él, que guapo no era desde luego con aquella piel puesta que jamás se quitaba, pero se veía que tenía un gran corazón. Se lo confesó al padre y lo entendió perfectamente así que dijo a William:

- Piel de oso, nos has devuelto la vida. La única forma de agradecértelo es haciéndote el regalo más grande y preciado que yo tengo. ¿Quieres que mi hija Leonor sea tu esposa?
-Si Leonor quiere ser mi esposa y si es capaz de esperarme hasta que yo vuelva, me haría muy feliz pasar con ella el resto de mi vida. Pero ahora me tengo que marchar no puedo deciros nada más, volveré dentro de un año y si todavía Leonor me quiere, nos casaremos.

Antes de irse dejó a Leonor la mitad del corazón que la Reina Marian le dejó al despedirse de él cuatros años atrás. Piel de oso se fue a otro lugar y luego a otro y a otro, siempre intentando ser amable con quien se cruzaba en su camino, a veces la gente le rechazaba, otras le ofendía, pero ahora tenía otra esperanza más que aliviaba sus días de vagabundo: pensaba mucho en Leonor y en casarse con ella. Pasó otro año y así llegó el día en el que se tenía que encontrar en el bosque, en la entrada de la cueva, con Claus, el duende travieso. Piel de oso estaba nervioso, pero deseoso de ver al duende y también a su Blanquito.

Como los duendes se dejan ver solo por la noche, Piel de oso encendió un fuego y se puso a esperar en silencio, hasta que notó algo desde lejos, se estaba acercando y finalmente pudo distinguir que era el ruido de las pezuñas de un caballo. ¡Era su Blanquito! Apareció solo y se puso muy contento cuando vio a su amo: se dieron besos y abrazos... pero, pero, ¿dónde se había metido el duende Claus?

- Claus, Claus, ¿Dónde estás? - Llamó fuerte y alto Piel de oso, pero nadie contestó, llamó otra vez y añadió: Duende impostor si no apareces dedicaré el resto de mi vida a buscarte para acabar contigo.
- Uh, tranquilo, tranquilo osito...ya voy despacito ¡jejeje! Sabes que me gusta gastar bromas. Aquí estoy como prometí hace solo... 5 añitos. Me lo he pasado fenomenal contigo, mirándote sin que tú te dieras cuenta, viendo como las cosas te iban de mal en peor ¡jijiji! Te he traído un espejo para que veas tu distinguido aspecto... así nos echaremos una carcajada juntos.
- Duende, me he pasado 5 años luchando para conseguir lo que más quería en el mundo, ahora es el momento de que cumplas con tu palabra.
- Y lo haré como he prometido, mi querido amigo. Un trato es un trato. Aquí tienes a tu Blanquito que te llevará a tu reino, ve hasta dentro de tu castillo, tu madre te abrirá la puerta sin dudarlo. De tu tío ya me he encargado yo ¡jijiji! Después de lo que ha hecho en estos años se merecía estar con los rebaños pero al final con un troco de magia lo he convertido en un animalito. Ya verás. Devuélveme mi bolsita con las piedras, total a ti no te importa el oro pero a mí me encanta. Ha sido un gusto tratar con un hombre justo... adiós principito ya vuelves a ser William.

El duende Claus sacó un polvito de colores de su bolsillo y lo hecho encima de William: la piel de oso desapareció y tenía puestos sus antiguos vestidos. William seguía teniendo pelo y barba sucios y largos, las uñas peor todavía... pero sonrió pensando en el duende travieso que quería que se presentara en el castillo con aquellas pintas. Montó a Blanquito y galopó sin parar hasta la puerta de su castillo. Su madre Marian, abrió en seguida casi como si supiera que estaba volviendo a casa su amado hijo, después de 5 interminables años. William le contó todo lo que le había pasado y así también su madre, que no había dejado ni un momento de pensar en él. Y supo también que el tío Wilfrid, de repente, después de haberse tomado una copa de vino, de improviso se convirtió en un gordo cerdo negro como la noche y que ahora estaba viviendo en la pocilga con los otros cerdos...

William se tuvo que bañar tres veces antes de quedarse limpio y le tuvieron que cortar las uñas con las tijeras que usaban para las pezuñas de Blanquito; se cortó el pelo, se afeitó y por fin volvió a ser el Príncipe William. Todos los habitantes de la aldea le acogieron con gran entusiasmo, estaban súper contentos de que hubiera vuelto, y no paraban de abrazar a su príncipe. William, delante de todos sus súbditos, anunció que dentro de tres meses se organizaría una gran fiesta dentro del castillo para celebrar su vuelta y su boda.

Después le pidió a su madre la otra mitad del corazón de plata y se fue a buscar a Leonor, que vivía un poco lejos... en otro reino. Menos mal que esta vez no iba andando sino con Blanquito. Cuando llegó a la casa de Leonor, la encontró en el jardín mientras estaba plantando flores. Se le acercó y, sin hablar, le enseño la otra mitad del corazón: Leonor sacó de un bolsillo la otra mitad que aquel joven con pinta de loco le había dejado un año antes. Pusieron juntas las dos partes formando un corazón. Los dos, emocionados se fundieron en un cálido abrazo. Luego William habló:

- Leonor, mi nombre es William, soy un Príncipe de un reino lejano donde mi gente vive en paz y armonía. Te he querido desde el primer momento en que te conocí y prometo quererte para siempre. Me haría muy feliz si quisieras ser mi Princesa. ¿Quieres casarte conmigo?"
- William, me enamoré de ti a pesar de tu aspecto, por tu buen corazón, tu dulzura y tu valentía y tengo que decir ahora que además eres muy guapo. Así que mi respuesta es SÍ, quiero casarme contigo y ser tu Princesa.
William y Leonor, fueron a vivir al castillo de William, hicieron una gran fiesta el día de su boda, y muchas más en los años siguientes; tuvieron muchos hijos y fueron felices para el resto de sus vidas. De vez en cuanto en el castillo... alguien gasta alguna bromita pesadita... pero nosotros sabemos de quien se trata, ¿verdad?


Y colorín colorado este cuento se ha acabado.






ANÁLISIS DE LA ADAPTACIÓN DEL CUENTO


En mi adaptación del cuento " El hombre de la piel de oso", he tenido en cuenta la edad de los receptores, y del momento evolutivo en el cual se encuentran. Teniendo en cuenta la teoría de Piaget, en la etapa de 5-7 años los niños se situarían dentro de la etapa de pensamiento intuitivo, en la cual empiezan a interiorizar sus conocimientos mediante imágenes mentales pero, estas representaciones mentales, no estarían coordinadas entre sí. El niño es capaz de mostrar su pensamiento lógico frente a varios objetos físicos y puede retener mentalmente más de una variable a la hora de estudiar las diferentes características de los objetos. Durante este periodo el niño empieza a sustituir las experiencias concretas y las acciones por su representación simbólica, por lo tanto la intuición es un pensamiento que se efectúa por imágenes, de manera más profunda respecto a la etapa del pensamiento pre-conceptual. Por esta razón su vida imaginativa es rica, abundante y le ayuda a entender mejor la realidad y es la mejor edad para que puedan disfrutar de los cuentos folclóricos. Si tuviera por decantarme por un curso de educación infantil en el cual leer este cuento, dentro de la horquilla 5-7, sería sin duda 3º, con niños entre 5 y 6 años.

En estas edades los niños están más interesados en los acontecimientos que en las relaciones temporales o causales que les unen. Se centran en las descripciones de los hechos más que en las explicaciones de las causas. Y apreciamos esta tendencia también en el cuento popular, donde las relaciones causales no se explican de forma explícita, aunque las relaciones entre la motivación y las acciones que mueven el relato pueden ser vistas como una relación entre causa y efecto.

Por otro lado, durante estos años el niño está todavía centrado principalmente en sí mismo así que concibe el mundo exterior como si fuera la continuidad de sus deseos o necesidades. Si nos fijamos es lo mismo que pasa en estos cuentos: el héroe de los cuentos populares es el centro donde confluyen todas las coordenadas del relato de la misma manera que el niño se encuentra situado en el centro de su entorno vital (Poveda, A. 2005, p. 4). 

Otra característica fundamental de los cuentos folclóricos es que el niño no se identifica con el protagonista, principalmente por una diferencia de edad, pero el protagonista representa al héroe de la historia, por lo tanto los niños miran hacia él con admiración, con el deseo de parecerse a él cuando sean mayores.

Como era común en la literatura folclórica, la moraleja no aparece de modo explícito en el relato, más bien podemos encontrar varias enseñanzas morales, que si se considera oportuno, podrían ser aplicadas a la realidad de los niños, trabajadas mediante otras actividades complementarias. Pero sin duda, lo más bonito de esos tipos de cuentos es que los oyentes, en ese caso niños, disfruten del relato y abran su mente a la fantasía, la emoción, la imaginación. Simplemente tenemos que crear las condiciones y el momento para que lo niños se presten a la escucha y que, desde allí, ellos mismos encuentren sus respuestas, den sus interpretaciones, proyecten imágenes en su mente y vivan la magia.

Después de haber estudiado el Paradigma de Propp, en la adaptación del cuento original, he intentado mantener los tres aspectos fundamentales que caracterizan los cuentos maravillosos: los papeles, las acciones principales que constituyen el planteamiento inicial, el nudo y el desenlace, y las funciones que se producen por el significado de las acciones. Según las indicaciones de Propp (Morfología del Cuento, pp. 37- 74), entre las funciones que aparecen en mi versión podemos encontrar las siguientes:

- Uno de los miembros de la familia se aleja. El Príncipe William tuvo que partir para un largo viaje para buscar la cura a la enfermedad de su madre, la Reina.

- Recae sobre el protagonista una prohibición. Una vez que William vuelve a su hogar, su tío Wilfrid le prohíbe volver al castillo.

- El agresor daña a uno de los miembros de la familia: es el Tío Wilfrid el que admite tener una poción para hacer enfermar a la Reina, de esa forma tiene amenazado a William.

- Uno de los miembros de la familia tiene ganas de poseer algo. El tío Wilfrid, envidioso, quiere lo que ha tenido su hermano fallecido: su castillo, su reino, su poder e incluso a su esposa.

- El héroe se va de su casa. No es el mismo que el alejamiento inicial, se trata en este caso del héroe-buscador: William es obligado a irse de su casa pero va a tener un diferente camino, se va a desarrollar una diferente acción. En este punto entra en el cuento un nuevo personaje "el donante" o "proveedor", que el héroe encuentra en el bosque. William, nuestro héroe recibe del donante un medio mágico que le permitirá en cierto modo, paliar el daño que va a sufrir.

- El héroe sufre una prueba antes de recibir el objeto mágico. William tiene que matar al oso y salir de la cueva con su piel para demonstrar su coraje.

- El héroe reacciona ante las acciones del donante: William supera la prueba.

- El héroe obtiene el objeto mágico. William tendrá el saquito de piedras que se transforman en oro todas las veces que él lo desee, y esto representa una pequeña ayuda en contraposición a las penurias que pasará.

- Se propone al héroe una tarea muy difícil. El duende propone a William un trato: si es capaz de vivir 5 años de lugar en lugar, sin desvelar su verdadera identidad, sin quitarse la piel de oso de encima, sin lavarse ni afeitarse, ni cortarse pelo o uñas, recuperará su anterior vida. Si falla, será el duende avaricioso quien lo poseerá todo, incluido al joven mismo.

- La tarea es realizada: a pesar de las grandes dificultades, William consigue llevar a cabo su empresa.

- El héroe es reconocido: se le quita la piel del oso y puede volver a ser él mismo.

- El malo es castigado. El mismo duende transforma al malvado tío William en un cerdo.

- El héroe recibe una nueva apariencia. William recupera su apariencia y puede volver a buscar a su gran amor y desvelarle quien es verdaderamente.

- El héroe se casa y asciende al trono. William se casa, vuelve a estar con su madre que quiere mucho, a gobernar su reino, a vivir en su castillo. Es un final feliz.
Por lo que afecta a los cambios o a los elementos que he mantenido respecto a la versión original, lo explicaré a continuación:


ELEMENTOS CAMBIADOS:

- Los personajes de mi cuento tienen nombres propios para que los niños los puedan identificar con facilidad y se acerquen a ellos.

- El protagonista del cuento original es un chico pobre, mi protagonista es un príncipe.

- El protagonista no tiene hermanos y vive solo con su madre, ha perdido a su padre y aunque, quiera mucho a la madre, le echa de menos. No es la típica familia con todos sus miembros clásicos para los tiempos en los cuales se desarrolla la historia.

- En el cuento original el protagonista tiene que dejar su casa porque es muy pobre y no hay de comer para él. En mi cuento William deja su casa para ayudar a su madre, y este elemento me parecía más adecuado para ir definiendo las características de William desde el principio: un chico generoso, altruista, valiente que se esmera para ayudar a quien quiere.

- En el cuento original el chico va a la guerra durante muchos años. En el cuento adaptado he omitido la guerra, un argumento menos indicado para niños pequeños ya que en la guerra las personas se matan entre sí. Me pareció más apropiado que el héroe se fuera para concluir una misión "humanitaria", para salvar a alguien.

- Cuando regresa el protagonista por primera vez, el chico se encuentra sin padres y con unos hermanos que ya no lo quieren viviendo allí. En el cuento adaptado, el tío del protagonista lo echa porque se ha apoderado de todo lo que era suyo con el engaño. Debido a la edad de los niños, he pensado que sería mejor tener la imagen de un tío malo, en vez de unos hermanos, ya que los niños, por lo general, ven en sus hermanos mayores como figuras de apoyo o de ayuda que ellos imitan habitualmente.

- El chico del cuento original se va sólo; William se va con su caballo, Blanquito, un animal que suele gustar mucho a los niños y que representa un "compañero" para el príncipe.

- En el cuento original el protagonista demuestra su desesperación pensando en quitarse la vida, un tema delicado para ser mencionado con niños de educación infantil, que de todas formas no entenderían. William manifiesta su tristeza y está desconsolado, llegando a llorar un poco, demostrando que también los valientes necesitan sacar sus emociones y llorar si hace falta.

- El encuentro del chico con el demonio se desarrolla en una tierra de apariencia árida, debajo del único árbol presente. El encuentro del príncipe con el duende se desarrolla en el bosque, lugar que los duendes conocen muy bien porque allí suelen esconderse o vivir sin ser vistos por los hombres.

- El chico tiene un encuentro con el demonio, una figura difícil de entender para los niños, además que está muy relacionada con la idea del mal supremo, concepto que les viene muy grande. He optado por introducir la figura del duende, que sí puede dar miedo por su aspecto, pero tiene también un toque simpático por sus travesuras.

- El Duende habla de una forma simpática que puede divertir a los niños, mientras que el demonio no es simpático para nada.

- La prueba del cuento original durará 7 años, en el cuento adaptado 5 años, es una diferencia de poca importancia.

- La recompensa final varía: al chico se le promete ser rico, porque solucionaría su existencia para siempre. El príncipe no necesita dinero, se le promete todo lo que ha perdido: el cariño de su madre, su castillo, su reino, su antigua posición porque es lo que más desea, lo que le hace falta para ser verdaderamente feliz.

- Si los dos protagonistas no consiguen cumplir lo que han pactado, habrá consecuencias distintas para cada uno: el chico le tendrá que dar su alma al diablo, mientras que el príncipe será el sirviente del duende que ganará también el castillo. El concepto de alma no podría ser entendido por niños tan pequeños, así que he pensado en algo más simple.

- He eliminado los aspectos relacionados con lo religioso ya que me pareció fuera de lugar para los niños de infantil, sobre todo considerando que no sabemos todavía qué tipo de creencias tienen los niños (ni sus familias), ante qué tipo de alumnos nos encontramos.

- El demonio le proporciona un vestido del que sacar monedas, el duende un saquito donde unas piedras se transformarán en oro todas las veces que se tiran al suelo. Un detalle más en línea con la figura del duende que no viste bien, pero que tiene muchos sitios donde esconder sus tesoros.

- El chico del cuento original se preocupa inmediatamente por su futuro, comprándose una casita y acumulando monedas. El príncipe no está interesado en el oro, aunque habría podido tirar las piedras y esconder el oro, pero en este punto he querido quitarle importancia a propósito, ya que la prioridad del príncipe no es hacerse más rico, ya le basta con lo que tiene y no es avaricioso.

- El chico del cuento ayuda a un hombre arruinado con tres hijas. William ayuda a una chica sola y desesperada porque su padre está en prisión y le han quitado la casa injustamente. Me ha gustado aquí la idea caballeresca del chico que ayuda a la chica en dificultad, porque creo que es una imagen bonita con la cual los niños están familiarizados.

- En el cuento adaptado, Leonor vive con su padre y no tiene hermanas. He querido a propósito evitar el contravalor de la envidia entre hermanas.

- Leonor se enamora de William de forma espontánea y nadie la obliga a casarse con él, es ella quien toma su decisión y habla con su padre. En el cuento original la decisión inicial de "ofrecer" a una hija como esposa del chico, la toma el padre. Este cambio lo he hecho pensando más en nuestros tiempos modernos donde cada persona adulta decide libremente quién será su pareja. Además que a niños que todavía no conocen nuestra historia pasada, les resultaría complicado entender como un padre decide con quien tiene que casarse su hija, sin ni siquiera preguntárselo.

- Cuando el protagonista del cuento original vuelve a encontrarse con el demonio, este último está bastante enfadado, mientras que el duende llega alegre como siempre. Ambos han perdido sus apuestas pero reaccionan de forma diferente, aun así ambos cumplen con su palabra.

- Las recompensas por haber cumplido el trato, son diferentes: una está ligada a lo material (hacerse rico), otra vinculada a valores como la familia, el afecto, el hogar.

- En el cuento original cuando el chico vuelve a buscar a su prometida, una de sus hermanas se suicida por haber perdido la posibilidad de casarse con un chico rico y apuesto, la mata la envidia. El tema del suicidio no debe ser tratado con niños y por esta razón lo he eliminado.

- En el cuento adaptado hay un castigo para el tío Wilfrid que se transforma misteriosamente en cerdo, una anécdota que puede resultar graciosa para los niños. Además que para ellos es familiar la idea del castigo si alguien se porta mal. En el cuento original el demonio en el fondo sale ganando otra alma y, a pesar de no haber mencionado el concepto de demonio o alma, creo que no es un mensaje positivo para los niños que el "malo" gane algo, sea lo que sea.


ELEMENTOS NO CAMBIADOS:


- A pesar de los orígenes distintos de los protagonistas, ambos tienen un destino común: alejarse de su casa y enfrentarse al mundo, solos.

- En ambos protagonistas se aprecia su crecimiento personal durante el tiempo que han transcurrido lejos de casa, haciéndose mayores.

- Los dos chicos tendrán que abandonar su hogar contra su voluntad y ambos no saben adónde ir, ni qué hacer con sus vidas.

- Ambos pasan por momentos de gran tristeza, siendo indiferente el hecho de que sean ricos o pobres, manifiestan que perder a la familia es una gran pérdida para todos.

- Ambos tienen un encuentro con un personaje mágico o sobre-natural que les pone a prueba para que demuestren su coraje. No he cambiado la prueba, de matar al oso, ya que los niños de esta edad están familiarizados con la idea de matar a los animales feroces.

- A ambos protagonistas se les propone un trato que prácticamente tiene las mismas condiciones en ambos cuentos.

- Ambos viven las mismas dificultades y pasan por momentos muy duros a pesar de demostrarse siempre disponibles, amables y generosos con cualquier persona que lo necesitara. Son personajes heroicos porque son generosos a pesar de todo, no pierden la esperanza y siguen luchando para llegar a su objetivo final.

- Ambos experimentan el rechazo por parte de otras personas y la marginación pero no sienten odio hacia los que les marginan.

- Los dos protagonistas ayudan a personas que han sufrido injusticias y gracias a su buen corazón llegan a ser aceptados a pesar de su aspecto físico e incluso unas chicas se enamoran de ellos por su forma de ser, no por su apariencia.

- Los protagonistas ganan a los que les pusieron a prueba, salen victoriosos y tendrán su merecida recompensa, serán felices.


Finalmente he contado el cuento a mi hija de 4 años y medio, y le ha encantado: he podido notar en sus expresiones faciales la tensión, la pena, la curiosidad, la alegría. Ha sido sin duda una experiencia muy gratificante.


Bibliografía:
- Apuntes de la asignatura de Literatura Infantil.
- Propp, V. (1928): Morfología del cuento. Editorial Fundamentos.
- Poveda, J.A. (2005): El valor educativo de los cuentos populares. V Congreso Internacional Virtual de Educación. 7-27 febrero 2005.
- Piaget, J. (1955): Psicología de la Inteligencia. Buenos Aires: Editorial Psique.